José
María Latorre (1945-2014) falleció el pasado 14 de noviembre. Imposible que no
le recordemos en este blog. Latorre era probablemente el mejor crítico
cinematográfico de habla hispana. Fue el coordinador durante muchos años de la
mejor revista de cine en español, Dirigido por..., a la que consolidó y
sin duda proporcionó buena parte de su idiosincrasia. Sus lectores le echaremos
mucho de menos: será muy raro y triste comprar el Dirigido sin las seis
páginas (ocho hasta hace no mucho) de "Pantalla Digital" firmadas por
él. Latorre era un analista concienzudo y lleno de erudición, sin dejar nunca
de contagiar su apasionamiento por las películas. No había mejor garantía en su
defensa del cine de género que el que la realizase alguien tan culto y con tan
buen gusto como él. Sus libros El cine fantástico y La
vuelta al mundo en 80 aventuras son imprescindibles (y ojalá Dirigido publique una antología de sus
artículos…)
Pero
José María Latorre no era crítico de cine, sino un escritor que (también) escribía
sobre cine. Y aquí le queremos recordar como una de las principales figuras de
la literatura fantástica española (¡tan necesitada de figuras así!). Autor de
numerosas novelas y relatos breves, particularmente toda su última obra
publicada en Valdemar, la novela vampírica En la ciudad de los muertos y los
volúmenes de cuentos de terror La noche de Cagliostro y Música muerta, es
memorable. Aquí Latorre escribe como un clásico (lo diré a pesar de que alguna
vez le leí poner en duda el término). Latorre defiende sin ambages el
fantástico como forma de arte de las más altas, idónea para expresar lo
inexpresable, y con ella alcanza sus cimas literarias. Su fantástico es fiel y
osadamente uno de moldes “clásicos” (otra vez) que no obstante se metamorfosean
inquietantes y personales. No hay mecánica en sus narraciones: parece que para
él los elementos de una buena y ortodoxa historia de terror son los necesarios
cimientos para llegar a algo más, y
en efecto el lector se deja envolver por las historias (así en “Shelleyana”,
reformulación de la creación del monstruo de Frankenstein, consigue que parezca
que veamos por primera vez a la criatura aunque los hechos y el ambiente nos
sean archisabidos) desconcertado hasta la conclusión, dejando la incredulidad y
su conocimiento petulante de los tópicos narrativos por el camino. Una obra que
todavía está por analizar y colocar en el lugar que se merece.
Nosotros
no cesaremos de leerla. Descanse en paz.
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