Combat
Shock (ídem, 1986, Buddy Giovinazzo):
[Editada
en DVD en España por Cameo y Tema Distribuciones]
1. La
edición digital española de Combat Shock [1] debería ser saludada con alborozo por todos
esos cinéfilos que aman lo raro (que está lejos de ser lo mismo que lo friki),
los tesoros torturados y un poco inconscientes de sí mismos que podrían
perderse entre la basura. Combat shock
es una de esas películas imprevistas que parece que no han existido nunca y que
no sabríamos ni por dónde empezar a buscar. No aparece en ningún canon, apenas
ha sido reivindicada por algún (excelente) cineasta ya muy olvidado (William Lustig)… La
Troma de los astutos Kaufman y Hertz no solo tuvo la feliz decisión de
concederle una (parca) distribución en su día, sino que es quizá el estatus de
culto de esta productora lo que a la postre la ha salvado del olvido. Como para
desdeñar apadrinar entre sus filas un título semejante. Combat Shock en la práctica ni existía, y sin embargo, ahora contemplada
nos parece imposible creer que pasase desapercibida. Como se nos explica en el
documental “Post traumatic”, incluido en el dvd, John Waters tuvo noticia de
ella, varios fanzines ignotos la celebraron con furor, como en un culto
secreto. Se estrenó en algún cine de barriada, donde los maleantes celebraban a
gritos cada miembro serrado por Jason y Leatherface pero esta ocasión se
quedaban perplejos, en silencio, aunque a la salida no tuviesen reparo en
reclamar el dinero de sus entradas, porque el título (y el poster sobre todo) mentía y aquello no era una
película bélica. Es decir, no fueron muchos pero ¡ay de los pocos que la
vieron! Antes y ahora vemos Combat Shock como
en clandestinidad, con la conciencia de que estamos ante algo gordo aunque
nadie vaya a enterarse, y casi mejor así.
2. La
singularidad del filme quizás sea la de tratarse de una película de una extraña ambición, cuyas no
precisamente ambiciosas circunstancias de producción terminan por potenciar. La
película de Giovinazzo es pura serie B: con un presupuesto de 40.000 dólares, realizada
al margen de cualquier estudio, hecha
por un amateur y sus conocidos y familiares (el protagonista es interpretado
por Rick G., hermano del director, las localizaciones de Vietnam son…las del
patio del jardín de su madre)… Lo que la hace independiente, veraz (e irreal),
libre. Lejos de ser un filme basto y accidentado, Combat Shock sorprende por el acabado de su puesta en escena, en la
que todo parece estar perfectamente controlado. A la vez, es cine exploitation; esto es, áspero y rudo, escandaloso,
sanguinolento, anti discursivo, extraordinariamente directo, de claros
referentes (aunque dos de los más significativos de Combat Shock sean nada menos que Taxi Driver y Erasehead),
sueño degenerado de otro sueño. Lo que lo hace caldo de cultivo para los maleantes,
pero también para los artistas más locos y torturados. El mal cine exploitation agasaja a los bajos
instintos; el bueno (Lucio Fulci, Trash
Humpers, La noche de los muertos
vivientes, The Sadist, Holocausto caníbal, Combat Shock…) trata del
Infierno y la Pesadilla, de vagar por las miasmas inescrutadas del ser humano
sin piedad alguna. Plantear el problema del Mal en otro tipo de película podría
no ser tomado en serio por cierto público; en una exploitation puede hacerse sin problemas porque el público ya viene
predispuesto a reírse: la cosa va de dejarlos en silencio. En la entrevista
incluida en el dvd dice Giovinazzo que se trata de escupir obsesiones terribles
para librarse de ellas, exorcizarlas.
3. Combat Shock es
la metástasis de una pesadilla, hasta su despertar catártico y atroz (y la más atípica película sobre el regreso al hogar del veterano de guerra jamás realizada). Aquí también Vietnam, como medida de todas las cosas: el Horror del que se habla en el Apocalypse now de Coppola, pero no en
forma de boutade altisonante, sino
concretizado, terriblemente concretizado. En los créditos, Vietnam es una serie de destructivas e ígneas
imágenes de archivo: luego solo una pradera vacía que podría estar en cualquier
parte (el jardín de mamá) pero que por ello parece no localizarse en ninguna,
en la cual aparece huyendo el soldado Frankie Dunlan (Ricky Giovinazzo), desde no
se sabe dónde… Parece un típico sueño de persecución y huida. La aparición de unos
cadáveres, una pequeña guerrilla del Vietcong, mínimamente caracterizada, solo
hace más inverosímil ese vacío. Buddy Giovinazzo conjuga de forma perturbadora
en Combat Shock lo onírico con lo
físico. Sabe que la experiencia de la guerra es sobrehumana, pero también el
colmo de lo real. Su Vietnam minimalista de bajo presupuesto podrá parecer que
no hace justicia a esto, pero cualquiera que conozca el cine de Samuel Fuller o
La colina de los diablos de acero (Men in War, 1957, Anthony Mann) sabe que
la experiencia bélica en cine no se representa mejor con más realismo
historicista y distanciador, más casting,
más escenarios, sino con la visceralidad del detalle y la fisicidad y desnudez
de la acción.
4. Vietnam
estalla: descubrimos que es un sueño de Dunlan, un sueño que es un recuerdo que
permanece incomprensible. Descubrimos con horror que la realidad de Dunlan tras
la guerra solo es otro conflicto (u otra pesadilla): una casa (siempre perturbada por el anejo correr de los trenes, presagio
onírico de muerte) desconchada y claustrofóbica como la caja de su captura vietnamita, uno de los escenarios
cinematográficos más desasosegantes de los que se tiene memoria; un bebé remedo
de la criatura de Erasehead (dice
mucho de la propuesta de Giovinazzo que este no sea presentado ni como parodia
ni como monstruo, sino con la seriedad de primero un llanto en off y a continuación un primer plano cenital
nada enfático), famélico porque en la
nevera no hay más que restos y alimentos caducados… Frankie Dunlan vive su
existencia como prolongación de la guerra: como una carrera por la
supervivencia con más de un ultimátum (24 horas para pagar un alquiler, una
deuda de la mafia, buscar un trabajo…). El gran núcleo de Combat Shock es ese vagar desnortado y semiinconsciente de Frankie (un excelente Ricky
Giovinazzo, con pinta de no-actor de Bresson, acompañado de una muy deprimente
música tecno) por una Staten Island desolada, toda cerrada como en una
madrugada perpetua, una Sodoma ya en escombros en donde solo quedan
heroinómanos y una cola del paro inútil e interminable que todavía espera a la salvación.
El
largo paseo por Staten Island, culminado por una violenta persecución, es un
fragmento sorprendente: Giovinazzo consigue convertir el lugar en un estado de
ánimo acumulado de desesperanza mediante
un blues de las imágenes, mediante la
languidez del actor, la sucesión de apuntes misteriosos (la chica en
motocicleta), siniestros (lo que vislumbramos sobre las mentiras del padre de
Frankie), sórdidos (los gusanos en la basura) y patéticos y conmovedores (la
relación de Frankie con su amigo drogadicto, el encuentro con la prostituta
adolescente). Combat Shock no es una
película de demasiadas tesis (estas son muy elementales) aunque se hable de la
elaboración de un monstruo: las culpas se reparten equitativamente entre
Vietnam y la injusticia de la civilización, pero aparte quedan en el
espectador los gestos de generosidad e indignación de Frankie, como gritos de socorro antes del
definitivo naufragio. Combat Shock es
la descripción del apocalipsis de un hombre, ni más ni menos, y su aterrador
final gore (que aquí no
desvelaremos), tan cruel como todo lo anterior, no es sino la gota que colma el
vaso en el misterio de su destrucción. Como siempre, el detalle prevalece: ese último vaso de leche (sí) nos estremece más que toda la sangre anterior, es el símbolo perfecto del vacío. Y luego la película termina, con un tren interrumpiendo la noche.
En
la estela (presupuestaria y emocional) de La
matanza de Texas (The Texas Chain Saw
Massacre, 1974, Tobe Hooper) o El
asesino del taladro (The Driller
Killer, 1979, Abel Ferrara), Combat
Shock es una de las más abracadabrantes e inolvidables inmersiones
cinematográficas en el american psycho.
[1] Compendio
de su edición americana en la colección de “obras maestras de Troma”, la única
desde su estreno y por tanto toda una recuperación. Esta incluía también el “montaje del
director”, titulada American Nightmares y al parecer diez minutos más larga.
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