lunes, 1 de diciembre de 2014

José María Latorre


José María Latorre (1945-2014) falleció el pasado 14 de noviembre. Imposible que no le recordemos en este blog. Latorre era probablemente el mejor crítico cinematográfico de habla hispana. Fue el coordinador durante muchos años de la mejor revista de cine en español, Dirigido por..., a la que consolidó y sin duda proporcionó buena parte de su idiosincrasia. Sus lectores le echaremos mucho de menos: será muy raro y triste comprar el Dirigido sin las seis páginas (ocho hasta hace no mucho) de "Pantalla Digital" firmadas por él. Latorre era un analista concienzudo y lleno de erudición, sin dejar nunca de contagiar su apasionamiento por las películas. No había mejor garantía en su defensa del cine de género que el que la realizase alguien tan culto y con tan buen gusto como él. Sus libros El cine fantástico y La vuelta al mundo en 80 aventuras son imprescindibles (y ojalá Dirigido publique una antología de sus artículos…)




 Pero José María Latorre no era crítico de cine, sino un escritor que (también) escribía sobre cine. Y aquí le queremos recordar como una de las principales figuras de la literatura fantástica española (¡tan necesitada de figuras así!). Autor de numerosas novelas y relatos breves, particularmente toda su última obra publicada en Valdemar, la novela vampírica En la ciudad de los muertos y los volúmenes de cuentos de terror La noche de Cagliostro y Música muerta, es memorable. Aquí Latorre escribe como un clásico (lo diré a pesar de que alguna vez le leí poner en duda el término). Latorre defiende sin ambages el fantástico como forma de arte de las más altas, idónea para expresar lo inexpresable, y con ella alcanza sus cimas literarias. Su fantástico es fiel y osadamente uno de moldes “clásicos” (otra vez) que no obstante se metamorfosean inquietantes y personales. No hay mecánica en sus narraciones: parece que para él los elementos de una buena y ortodoxa historia de terror son los necesarios cimientos para llegar a algo más, y en efecto el lector se deja envolver por las historias (así en “Shelleyana”, reformulación de la creación del monstruo de Frankenstein, consigue que parezca que veamos por primera vez a la criatura aunque los hechos y el ambiente nos sean archisabidos) desconcertado hasta la conclusión, dejando la incredulidad y su conocimiento petulante de los tópicos narrativos por el camino. Una obra que todavía está por analizar y colocar en el lugar que se merece. 
 
Nosotros no cesaremos de leerla. Descanse en paz.