The
Purge: La noche de las bestias (The Purge,
James DeMonaco, 2013): Rod Serling decía que la ciencia
ficción trataba de lo improbable hecho posible. Pero, como él bien sabía, de lo
improbable a lo imposible hay un buen trecho. Algo que también conoce bien
James DeMonaco, guionista y director de The
Purge. Pues DeMonaco sabe que lo improbable no proviene de más allá de la
razón, sino todo lo contrario. Y como consolidado plausible muestra lo narrado
en su película: en el Estados Unidos de dentro de apenas nueve años, un nuevo
régimen de Padres Fundadores ha legalizado por aclamación popular la Purga, una noche anual en la que los
delitos se conculcan y todo (y especialmente el asesinato) está permitido. Una
jornada que busca reducir los bajos instintos del ser humano a una salvaje
catarsis de 12 horas, y que en realidad es un abracadabrante proyecto
eugenésico para bajar de una tajada el paro y el malestar social. Y más vale
tener suficiente dinero para blindar de seguridad el hogar si esa noche uno, en
vez de irse a matar al jefe, prefiere quedarse en casa. James DeMonaco confía
en la ciencia ficción como uno de los pocos terrenos de libertad que nos
quedan, uno desde los cuales más y mejor se puede hablar. Sabe que estamos en
crisis, y sabe convertir en nuestra inseguridad ciudadana y nuestros conflictos
sociales, y también nuestras pulsiones más escalofriantes, en una parábola
cruel de largo aliento, cuyo solo punto de partida nos llama de forma poderosa.
Y no hay que reprochar que así sea: el cine es y siempre será (aunque pueda
también ser otras muchas cosas) evasión, pero en un verano sobrecargado (salvo
honrosas excepciones) de entretenimientos espurios, de películas prefabricadas
inútiles para satisfacer la necesidad natural de evasión de la audiencia, es
normal que The Purge, una película de
modestísimo presupuesto, haya sido un rotundo éxito de taquilla, pues aunque
buena parte del público de los taquillazos no quiera preocuparse más de la
cuenta, si le interesa encontrar respuestas a sus preocupaciones. También
quiere morbo puro y duro, por supuesto (algo que no va a encontrar en los
fotogramas de The Purge), pero a su
vez está el deseo de ver en pantalla conflictos, cuestiones e imágenes que el
cine adocenado actual, de dramatismo zero
o light, le hurta.
Funny Games (Michael
Haneke, 1997 y 2007) es, junto con Perros
de paja (Straw dogs, Sam
Peckinpah, 1971) y el cine a puerta cerrada de John Carpenter, la película que
más ha salido a colación en los análisis de The
Purge. Quizá porque para la mayor parte de la crítica sigue siendo la
máxima autoridad cinematográfica en lo referente a la ética de la violencia en
pantalla. Pero no nos confundamos de película: Funny Games es una tesis fílmica, que busca certificar los límites
de lo que está permitido mostrar, y de lo que el espectador está dispuesto a
soportar ver (que es básicamente todo). The
Purge, como aquella, es una película que está en contra de la violencia que muestra, pero el objeto de su
crítica no es la representación de esa violencia sino la propia existencia de
la misma. En ese sentido, y esto hace a la propuesta de James DeMonaco más
demoledora de lo que algunos han reconocido (y la emparenta con más razón con
la película de Peckinpah), el film parece
reconocer la pulsión violenta como algo inherente a la existencia humana, a la
que unos (los partidarios de la Purga) se entregan por voluntad e incluso
deleite, y otros por imposición, por supervivencia (la respuesta de la familia
Sandin en el asedio a sus casa no puede ser finalmente sino de las mismas
condiciones que la de sus agresores; respuesta que para más inri es vista por
el espectador con más simpatía que la
anterior aceptación cobarde de las reglas de los extorsionadores) Esta
aceptación pesimista es la que paradójicamente lleva a su cese: la violencia
existe, pero el ser humano, expuesto en toda su crudeza a ella, no puede sino
rechazarla con todas sus fuerzas, luchar hasta
acabar con ella.
La película de DeMonaco se convierte así en un
áspero enfrentamiento por la supervivencia, desnudo de acotaciones
cinematográficas y parlamentos a la cámara
hanekeanos. La reducción de la
acción al solo espacio de la casa tomada permite que lo general se desprenda de
lo particular con naturalidad y fuerza, sin forzadas disquisiciones: el
personaje neutral de Ethan Hawke,
sobre el que recae la tarea de toma de conciencia, está lo suficientemente bien
perfilado (a lo que contribuye, por supuesto, la interpretación de este genial
actor) para que, digamos, no haga falta salir al exterior para saber lo que
está pasando fuera. The Purge es
acción pura y dura, y no podría ser de otra manera, acorde a lo agreste de su
discurso. DeMonaco abusa quizás de requiebros guionísticos (aunque desde luego
estos están perfectamente efectuados), pero su capacidad para dotar de
ritmo y atmósfera a la película es pasmosa: con contundencia constante, la
historia avanza con la tensión de una set-piece
continua. El director, siempre seco y dando en la diana con el uso de una
iconografía mínima (las caretas de guiñol de los asaltantes pijos siguen siendo
terroríficas, aunque las hayamos visto tantas veces en las peores caras), se da
prisa en apagar las luces para que la acción se encierre entre las paredes del
cine de terror. Así, la casa tomada, cual mansión gótica se vuelve extraña
para sus mismos habitantes, a los que la cámara se pega y persigue en
semipenumbra con la inseguridad de no saber lo que hay al final del pasillo. Algo
a lo que también contribuye una excelente fotografía, la cual por cierto
presenta esa esterilizada y cenicienta grisura característica de buena parte de
las producciones de Jason Blum (abundante en casas encantadas de nueva
generación): aunque el grueso de las producciones de este mecenas dista de
entusiasmarnos, su nueva promoción de otras como esta estupenda película de
James DeMonaco o ese auténtico hito del cine de terror que es The lords of Salem (Rob Zombie, 2013) es
sin duda una esperanza a la que
agarrarse muy fuerte para el aficionado a uno de los géneros (y aquí agrupamos
las distinciones de Serling: terror, ciencia ficción, fantástico) desde los
cuales más y mejor se puede hablar.